"Aquellos que fueron vistos bailando eran considerados locos por aquellos que no podian escuchar la musica" F.N.

7.26.2012

Estrategia, sin saber.


Sin antes conocer, como para reconocer, el sonido de una voz.
Sin anticipación terminaba vomitada con palabras.
Se prestaba a confusión, ¿qué era eso de que hablaba?,
Sí entre medio de silencios, y detrás de la nada, aparecían lanzas,
con tan mala puntería aterrizaban sobre el cuerpo esquivando el objetivo.
Que entre tirador indeciso y blanco esquizofrénico,
que más se podrá lograr, algún que otro raspón, pero nada a desangrar.
Será posible considerar, que tan sólo la estrategia
iba a hacer lograr en la presa admiración, 
ante la imagen intrigante de una mano en temblor.
Que sin alturía, pero con orgullo y hasta un poco de satisfacción,
lograría se parara delante a mirar con detención la, hasta tierna, indecisión de aquel francotirador.
Y después de verla esquivar, con tan puro frenesí, aquella erupción de sí;
esperando con paciencia el momento de hacerla sucumbir.
Aumentando la distancia, logró bajara la retaguardia.
Y entre tanto ego la encontrara parada en plena quietud, 
mirando con altitud, saboreando su escapada.
Sin saberlo se colocó en la recta de acción
para que, finalmente, le clavara la lanza.


7.17.2012

La sabiduría de Kirilov

-"(...)
Grigoreiev - ¿Se acuesta usted de madrugada?
Kirilov - Siempre. Desde hace tiempo. De noche, reflexiono.
Grigoreiev - ¿Toda la noche?
Kirilov - Si. Es necesario. ¿Comprende usted? Me intereso por las razones por las cuales los hombres no se atreven a matarse.
Grigoreiev - ¿No se atreven? ¿Le parece a usted que no hay bastantes suicidios?
Kirilov - Normalmente, deberían haber muchos más.
Grigoreiev - ¿Y qué es lo que le impide a la gente suicidarse, según usted?
Kirilov - El sufrimiento. Los que se matan por locura o desesperación no piensan en el sufrimiento. Pero los que se matan por razón piensan en eso, forzosamente.
Grigoreiev - ¿Cómo? ¿Hay gente que se mata por razón?
Kirilov - Mucha. Sin el sufrimiento y los prejuicios, habría muchos más, un gran número, todos los hombres, sin duda.
Grigoreiev - ¿Qué?
Kirilov - Pero la idea de que van a sufrir les impide matarse. Hasta cuando sabe uno que no hay sufrimiento, la idea queda. Imagínese que una piedra grande como una casa cayera sobre usted. Usted no tendría tiempo de sentir nada, de sufrir de veras. Pero así y todo, uno tiene miedo y retrocede. Es interesante.
Grigoreiev - Ha de haber otra razón.
Kirilov - Sí. El otro mundo.
Grigoreiev - Quiere decir el castigo.
Kirilov - No. El otro mundo. Uno cree que hay una razón para vivir.
Grigoreiev - ¿Y no la hay?
Kirilov - No. No la hay, y por eso somos libres. Vivir o morir es indiferente.
Grigoreiev - ¿Cómo puede decir eso con tanta calma?
Kirilov - No me gusta pelear y no me río nunca.
Grigoreiev - El hombre teme la muerte porque ama la vida, porque la vida es buena. Eso es todo.
Kirilov - ¡Es una cobardía! ¡Una cobardía, nada más! ¡La vida no es buena! ¡Y el otro mundo no existe! Dios es sólo un fantasma suscitado por el miedo de la muerte y del sufrimiento. Para ser libre, hay que vencer el sufrimiento y el terror, hay que matarse. Entonces, ya no habrá Dios y el hombre por fin será libre. Entonces se dividirá la historia en dos partes: del gorila a la destrucción de Dios y de la destrucción de Dios...
Grigoreiev - Al gorila.
Kirilov - A la divinización del hombre. El que se atreve a matarse, ése, es Dios.. Nadie ha pensado todavía eso. Yo, si.
Grigoreiev - Ha habido millones de suicidas.
Kirilov - Nunca por eso. Siempre con temor. Nunca para matar el temor. El que se matara para matar el temor, en ese mismo instante, sería Dios.
(...)"-

-"(...)
Stavroguin - ¿Usted cree en la vida futura?
Kirilov - No creo en la vida futura eterna. Creo en la vida eterna aquí mismo.
Stavroguin - ¿Aquí mismo?
Kirilov - Si. Ciertos instantes. Una alegría que si durara más de cinco minutos nos mataría.
(...)"-

-"(...)
Kirilov - Somos dos miserables. Yo voy a matarme y tu vivirás.
Pedro - Claro que viviré. Yo soy cobarde. Es cosa despreciable, lo sé.
Kirilov - Sí, sí, es despreciable. Escucha. ¿Recuerdas lo que el Crucificado le dijo al ladrón que estaba a su derecha? "De cierto te digo, que hoy estarás conmigo en el Paraíso." El día se terminó y no hubo ni Paraíso ni Resurrección. Y sin embargo, ese hombre era el más grande de toda la tierra. El planeta y todo lo que hay encima no es sino locura sin ese hombre. ¡Pues bien! Si las leyes de la naturaleza no han respetado a semejante hombre, si ellas lo han obligado a vivir en la mentira y a morir para una mentira, entonces todo este planeta no es más que mentira. ¿A qué vivir, entonces? Contéstame, si eres un hombre.
Pedro - ¡Claro! ¡A qué vivir! He comprendido muy bien su punto de vista. Si Dios es una mentira, entonces estamos solos y somos libres. Usted se mata, usted prueba que es libre, y ya no hay Dios. Pero para eso tiene que matarse.
Kirilov - Has comprendido. ¡Ah!, todo el mundo comprenderá si hasta un crápula como tú puede comprender. Pero alguien tiene que empezar y matarse para probarles a los demás la terrible libertad del hombre.
(...)"-
Los poseídos. Albert Camus. 
(adaptación teatral del original de Dostoiewsky. Traducción de Victoria Ocampo.)


Dios ha muerto. El hombre lo ha matado.
F.N.

Y entonces, ¿quién manda?




Luchar contra el azar de los momentos, 
sabiendo que aunque de ellos seamos dueños, 
nos escapa el poder de acomodar el tiempo.
Reducir nuestra totalidad a milésimas de segundos, 
sabiendo que el pasado ya no está, el futuro es incierto, y el hoy acaba de terminar.
Que lo que elegimos ahora ¿porqué no lo hicimos antes?
que éste es el futuro que hoy queremos y que ayer lo hubiésemos deshecho.
Creer tener el control, aunque lo que una vez quisimos hoy se trastocó.


Frente al espejo de las decisiones, extrañar un tiempo que no fue, 
sabiendo que no va a ser. Creyendo que es lo mejor.
Mirar con ternura el tiempo que es ahora, alzarse ante lo que es, 
sabiendo que tras otro pasado no sería.
Confiar en el destino y ponerle sabiduría, 
sabiendo que otro hubiese sido sabio también.
Desconfiar del futuro aún confiando en que algún día lo entenderías,
sabiendo que es lo único que toca hacer.
Agradecer el pasado que esperó disperso un tiempo,
sabiendo que la espera trajo una explosión del cúmulo de aquello en un momento.


Ya no saber si en esto es sabio uno o el destino, 
ignorando hacia que lado toma el futuro partido.
Y sí el sabio es uno, dejar de ver opciones, crear sí un camino.
Pero sí fuese el destino, ver caer aquello en tu mente seguro, al fondo de un abismo.
Que sí es así la espera entonces fue cosa tuya, 
pero que el hoy es hoy porque después ya no podría ser.
Si el destino es sabio, de alguna manera iba a hacer suceder.


Al fin y al cabo dilatamos el tiempo con momentos atrofiados,
sabiendo aceptarlo hasta el punto del miedo a ya no poder alargarlo.


Sabiendo que el destino es quién termina sabiendo.